Hay cosas que dan envidia. Por ejemplo, el orgullo con que la cuidad de Buenos Aires exhibe los 40 años de la Feria Internacional del Libro.
Por Luis Carranza Torres (*) y Sergio Castelli (**) - Exclusivo para Comercio y Justicia
La infraestructura urbana y su nada despreciable actividad editorial se hallan puestas con el foco en dicho evento. Se ha integrado la actividad literaria, de edición y de comercialización de obras literarias en derredor de la feria.
Desde el punto en que uno se acerque al predio de La Rural de Palermo, en donde se halla situada, lo nota. Carteles, movimiento de gentes. La perla de este “aggiornamiento” ocurre en las inmediaciones de plaza Italia y en su ya mítica estación de subterráneo, engalanada para la ocasión. Los escalones de sus escaleras fijas han sido transformados en lomos de libros, de los más variados colores. Ya sea en el andén o en sus ingresos, grandes carteles recuerdan las frases más famosas de escritores como Borges, Ray Douglas Bradbury y otros más. Y desde que se entra hasta que se sale, uno debe cuidar dónde pone los pies para no pisar las figuras de los diversos libros que parecen estar desperdigados por el suelo. Una muy lograda y original escenografía alegórica del evento.
Adentro del predio, miles y miles de metros de las propuestas de textos más variadas. Qué fabuloso ver una feria del libro llena de libros, presidida por los textos, apuntando a la diversidad y la novedad, con obras de primera línea, sean éstas más o menos conocidas, en stands cuidados. Con más o menos inversión, pero pródigos de creatividad y respecto por la obra literaria en cualquiera de sus manifestaciones.
Qué envidia. Una feria sin lugares de privilegio dedicados a la venta de automotores. Sin intentar replicar el patio de comidas de un shopping. Sin libros tirados como mercadería perecedera, en desnudas mesas de saldos. Sin carteles a pulso y con errores de ortografía incluidos. Sin olor a puro negocio por detrás, a un simple aprovechamiento económico de la ocasión.
No podemos dejar de mencionar que el primer fin de semana de la feria tuvo una fuerte tonada cordobesa. Tanto en las actividades dentro del predio como en los eventos paralelos. Se abrió con la presentación de la última novela de Reyna Carranza sobre Lavalle, en la tarde del viernes. Éxito a rabiar, como pasó en Córdoba en su oportunidad. Luego, el sábado 26 de abril a partir de las 14,30, a Reyna se le sumaron Fernanda Pérez, Ana Moglia, Luis Carranza Torres (y bueno, alguien tenía que escribir algo más que esta columna), Mirta Fachini, Silvina Ruffo, Carola Ferrari y Marcelo Arbillaga, en el stand de Córdoba en el Pabellón Ocre, firmando ejemplares de sus respectivas obras. Nuestra provincia se ha destacado en la feria no sólo por su puesta física sino por los más de 1.500 títulos locales que ha exhibido. A lo que debemos sumarle el añadido de la bonhomía y experticia en la materia de César Vargas, a cargo de la representación cultural provincial. Cuando de las cosas se encarga alguien que sabe del ramo, es difícil que salgan mal.
Tal troupe literaria, con el agregado de la escritora santafesina Mariela Giménez, estuvo ese mismo día en el Encuentro de Escritores y Lectores de Buenos Aires, llevado a cabo como actividad paralela a la Feria del Libro, con la organización de una conocida de esta columna, como es Tamara Sternberg. La actividad contó además con la participación de Andrea Vázquez, cuyo emblemático blog para las letras El Paraíso de Fiona, cumplía 6 añitos al día siguiente. Quien se había asimismo encargado de invitar al evento, el cual tuvo un éxito como pocas actividades.
Es de esperar que esa presencia autoral y de destaque, en tierras lejanas, se mantenga e intensifique cuando toque la hora de nuestra Feria del Libro.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas.** Agente de la Propiedad Industrial.
Fuente: comercioyjusticia.info